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La economía se desacelera, pero empleo y consumo siguen creciendo a buen ritmo.

15/05/2013 - Diario El Pais -Espera que Brasil crezca 2,7% este año y 3,5% el próximo y enumera una larga lista de limitaciones que presenta la mayor economía latinoamericana. A continuación, un resumen de la entrevista.

-Brasil está mostrando un deterioro de algunos de sus indicadores macroeconómicos; ya no se le elogia tanto a nivel internacional…

-La economía brasileña se desacelera marcadamente, pero el empleo y el consumo mantienen su impulso. También la inversión. Es una situación muy poco común porque, normalmente, cuando se tiene una desaceleración del crecimiento, junto a ello caen empleo y salario. En el caso brasileño, la realidad muestra otra cosa porque el PIB está creciendo muy poco. El año pasado subió menos de 1% y este año se incrementará por debajo del 3%, pero el mercado de trabajo sigue fuerte, con una situación prácticamente de pleno empleo. A su vez, el consumo crece casi al 6% real. Y por otro lado, a pesar de una percepción deteriorada sobre la situación del país, la inversión extranjera directa sigue llegando.

-¿Qué explicación le da usted a que el empleo y el consumo sigan al alza mientras la economía se desacelera?

-Se explica por la transformación de la economía brasileña, que depende mucho menos que antes de la industria para crear empleo; ahora su dependencia es del sector servicios, que ha tenido un comportamiento estable, sostenido. Hablamos no solo de los servicios tradicionales como el comercio, sino también de la actividad pública, de los servicios de telecomunicaciones, de energía, de logística. Actualmente, en la economía brasileña los servicios representan cerca del 65% del PIB. Los servicios resultan menos dependientes de la economía mundial, y son los que mantienen una tasa de crecimiento por encima del promedio del PIB. Es un sector intensivo en mano de obra que, al igual que en otras partes del mundo, demanda personal más calificado y con más salarios. También crecen considerablemente los agronegocios. Es una actividad muy dinámica en Brasil, pero como es más dependiente de la economía mundial, sufre el impacto de la culminación del período de altos precios de los commodities pero, de todos modos, sigue creciendo fuerte ante una demanda sostenida de alimentos en el mercado doméstico. Asimismo, otros sectores derivados de los recursos naturales, como la minería, también muestran dinamismo. De todos modos, la ventaja natural comparativa que tiene Brasil no basta si queremos seguir creciendo a tasas de 4% o 5%.

Desafío industrial.

-La industria ha sido tradicionalmente en Brasil un motor de la economía. ¿Es sustentable que el país siga creciendo con la industria a la baja?

-Es el gran desafío de la economía brasileña. El país ha sido uno de los países latinoamericanas que desarrolló un sector industrial más diversificado, potente y que creció sostenidamente, tanto de cara al mercado interno como a la exportación. Se basó siempre en un fuerte componente de protección pero ahora, con la mayor competitividad global a partir del desarrollo de otros países emergentes como China, hay una situación totalmente distinta. Quedó de manifiesto la fragilidad en materia de competitividad de la economía brasileña, que no puede ser resuelta solo con medidas proteccionistas. Esas son soluciones que se pueden aplicar en el corto plazo, pero no son de fondo. La industria brasileña necesita de un shock de productividad y eficiencia, que demanda más inversión en investigación y desarrollo en toda la cadena productiva. Es una situación muy compleja que no sabemos cómo se va a superar.

-¿Qué se está haciendo para fomentar la actividad industrial?

-Allí está el protagonismo del Bndes (Banco Nacional de Desarrollo Social), que tiene una capacidad muy fuerte de direccionar fondos hacia la industria; tenemos un instrumento muy poderoso que recientemente ha ajustado su estrategia, mirando hacia la innovación, los cambios tecnológicos, con programas muy direccionados, que es el camino a mediano y largo plazo para la industria brasileña. Más de la tercera parte de todos los recursos que vuelca el Bndes van para la industria, y está bien que así sea. No se puede competir en el mundo sin estar en la frontera tecnológica y a Brasil le falta mucho camino por recorrer. Soy contrario al proteccionismo, que muchas veces se aplica como forma de lograr competitividad, artificialmente. Es mucho más eficiente una agenda positiva para la industria. El mejor ejemplo está en Embraer: si Brasil es capaz de competir en un mundo como el de la aeronáutica, es una evidencia que también puede aplicarse en otros sectores. Es cierto también que para contar con una industria más innovadora se necesita mano de obra calificada. En ese campo no hay solución a corto plazo; todos estamos de acuerdo en que hay que invertir más en educación y es una agenda públicamente compartida ya que la sociedad brasileña lo demanda y ha estado presente en las manifestaciones de los últimos días, pero poco se avanza en ello. La calidad de la enseñanza en la escuela pública es un problema que condiciona el desarrollo del país.
-En el sector de hidrocarburos parece haber una gran oportunidad de desarrollo productivo…

-Algunos sectores tendrán un impulso significativo en toda la cadena asociada a las inversiones en petróleo y gas. Con la nueva licitación de bloques en el Pré-sal (enorme yacimiento en la costa brasileña), todo un sector industrial y de servicios se beneficiará. Es una oportunidad que dará nuevo impulso a algunos sectores. Pero otros, seguirán expuestos a la competencia externa; los textiles están impactados por los productos originarios no solo de China, sino también de Vietnam o Laos. Un problema que no puede superarse con medidas artificiales que protejan al producto nacional.

Excesivo optimismo.

-En 2001 se comenzó a hablar de los BRIC, a partir de un trabajo de Goldman Sachs. Ubicaba a Brasil (junto a China, India y Rusia) en un grupo de países que "liderarían el crecimiento mundial"; ¿fue exagerada aquella afirmación?

-Había un optimismo exagerado en relación con Brasil. Es cierto que se consiguió un crecimiento importante de la economía, acompañado con una reducción notable de la pobreza. Pero se sobrestimó la capacidad de la economía brasileña de crecer fuerte en forma sostenida. Es claro que este no es un problema solamente brasileño, tampoco China, India y Rusia han logrado mantener su nivel. Brasil seguirá siendo el país de los BRIC que menos crece, pero tampoco es un desastre. El problema es dónde se ubican las expectativas.

-¿Es desmedido pensar en Brasil creciendo a largo plazo a una tasa promedio superior al 3%?

-Brasil tiene una tasa de crecimiento potencial bastante por encima del 3% pero para eso hay que tomar la decisión política de modificar el modelo de desarrollo. El crecimiento brasileño no puede depender más de su fuerza de trabajo solamente, necesitamos más educación, innovación, productividad, eficiencia y un cambio en la gestión de los recursos públicos.

Panorama complejo.

-¿Cuál es su pronóstico de crecimiento para 2013 y 2014?

-Tenemos que aceptar que el crecimiento seguirá siendo bajo. En este año, en el entorno de 2,7%, en el próximo no más allá de 3,5%. Hay un severo problema con la inflación, pero por suerte el Banco Central está cambiando su estrategia, buscando recuperar su credibilidad. Para tener un crecimiento sostenido, debemos asegurar la estabilidad de precios. Tenemos que bajar la inflación, que evoluciona en un promedio de 6%, un nivel muy alto. En el sector no transable se ubica en el 8%. Es un desequilibrio interno que preocupa, sumado a un contexto externo indudablemente más hostil. Este escenario va a limitar el crecimiento para los próximos dos años, por lo menos. Las medidas de corte monetario no están siendo suficientes para bajar la inflación. El drama es que no hay espacio para bajar las tasas de interés; por el contrario, el Banco Central deberá elevar aún más la tasa Selic que, seguramente se ubique en más de 8% este año. Es el único instrumento a mano para tratar de contener la inflación, teniendo en cuenta que la política fiscal sigue expansiva, para dinamizar la economía y que las medidas que surjan luego de las demandas sociales, seguramente, traigan más gasto público. Además, con las tasas de interés altas en el país, se seguirá captando capitales de corto plazo.

-Otro serio problema es el tipo de cambio…

-Brasil era el país emergente que más reclamaba por la "guerra cambiaria". Ahora que la "paz cambiaria" llegó, seguimos reclamando, porque el problema es que el real se estaba apreciando en forma exagerada con el dólar a 1,5 reales; ahora tenemos una devaluación demasiado rápida, con probabilidad de llegar a 2,30 reales por dólar. Esto ayuda a los exportadores, pero genera más presión sobre los precios. Entre el combate a la inflación e impedir una excesiva apreciación del real, el Central optó por controlar los precios, lo que es una buena decisión. El espacio de maniobra del gobierno es muy limitado y quizás, con mucho esfuerzo, pueda ir controlando todas esas variables, pero no podemos ilusionarnos y creer que con esas condiciones, la economía será tan dinámica como lo fue hasta hace poco tiempo.

Una nueva clase media con renovadas demandas políticas, éticas y sociales

-¿Qué opinión le merecen las demandas sociales que se están dando actualmente en su país?

-Es un momento muy interesante y desafiante de parte de la sociedad brasileña. Tiene su cara positiva como expresión de la democracia, muy diferente a otros movimientos sociales, como los que en los países árabes luchaban contra gobiernos autoritarios y dictaduras, o los que en Europa reclaman por la falta de empleo o los desalojos. Acá no se lucha por obtener mayores libertades civiles, cualquiera puede expresar libremente sus críticas. Otro aspecto que vale la pena resaltar es que, en cierta forma, este movimiento es el resultado del crecimiento económico del país durante los últimos quince años, que permitió emerger a una nueva clase media crítica, más educada, con nuevas demandas políticas, éticas y sociales. Es un movimiento sin líderes identificables, una movilización basada en lo virtual, a través de las redes sociales convocadas por objetivos comunes, pero sin intencionalidades ni movilización política, por lo menos, en sus manifestaciones más importantes y dejando de lado los hechos de violencia protagonizados por grupos menores. Esa nueva clase media tiene empleo, gana mejores salarios, está formalizada y es consciente de que está en condiciones de pedir más. Sobre todo, en un país donde hay una fuerte presión tributaria y los servicios que se brindan como contrapartida no son todo lo buenos que deberían ser.

-Se hace evidente un desfasaje entre las respuestas que puede dar la institucionalidad y las crecientes demandas de la sociedad…

-Así es, y ello se traduce en miles de personas movilizadas. El Estado brasileño es ineficiente a la hora de ofrecer servicios públicos de buena calidad: hablamos de movilidad urbana, de transporte masivo, de salud y escuela pública, que son los grandes temas de la agenda social hoy día.

-¿Cuál es el futuro de esa nueva forma de demandar que se ha manifestado en la sociedad brasileña?

-La contracara de la presión que ejercen con sus demandas es el riesgo de una respuesta populista. Puede ser una tentación muy peligrosa para las instituciones políticas que se enfoquen en atender rápidamente las demandas para obtener la simpatía de los movilizados. Por ejemplo, si esto termina con congelamiento de tarifas públicas, del transporte público, etc., son políticas que pueden llevarse a cabo rápidamente pero no son sostenibles y tienen como resultado a mediano plazo un aumento tarifario o la redirección de recursos públicos. Confiamos en que Brasil tenga en cuenta la lección de lo que ha pasado en Venezuela, los problemas que vive Argentina, y las demandas públicas, o sea evitando caer en la trampa de respuestas populistas.

Brasil necesita un verdadero shock de gestión para mejorar sus resultados

-Dilma Rouseff ha puesto énfasis en las fuertes inversiones realizadas en políticas sociales, educación y salud…

-Y es cierto, porque el mayor problema es la incapacidad de gestión del sector público y no la falta de recursos. El punto es que las prioridades sociales no han estado muy bien definidas y, además, el sector público ha sido incapaz de implementar los proyectos. Si se comparan los recursos destinados para determinados planes y proyectos y lo que efectivamente se puso en marcha y se invirtió en ello, se aprecia un desfasaje muy importante. Es un problema grande de toda la estructura pública brasileña, con muy pocas excepciones. Necesitamos de un shock de gestión para que los recursos disponibles en salud, saneamiento, seguridad pública, educación, sean bien aplicados. A eso le tenemos que agregar el problema de la corrupción, que también significa una pérdida de recursos muy valiosos. Por ello considero que es un hecho muy positivo el que generan estas manifestaciones, al convertir los reclamos de la sociedad en una agenda de debate que ejerce presión al sistema político. Con esas demandas se llama la atención sobre la gestión del gobierno central, los estaduales, los municipios, toda la clase política. Y comienzan a aparecer algunas respuestas a través de medidas que podrían ser beneficiosas. Siempre y cuando, como dije antes, no conduzcan a una actitud poco razonada y populista, solo orientada a acallar las voces que reclaman.

-Casi dos décadas de gobiernos con una amplia base de respaldo y un crecimiento importante de la economía, ¿no fueron suficientes para concretar esos cambios?

-Es cierto que se ha dejado pasar una gran oportunidad. Cuando las cosas van muy bien, por ejemplo durante el segundo mandato de Fernando Henrique Cardoso y durante las dos administraciones de Lula, se debieron haber hecho reformas de fondo que no solo encontraban bien al país, sino a la economía mundial. Después de la crisis económica de 2008, se empezó a ver cuánto tiempo se había perdido para establecer algunos cambios muy necesarios en el país. Por ejemplo, la reforma tributaria. Se habla siempre del costo Brasil, un país caro para vivir, caro para producir, al que le faltan servicios, infraestructura, logística, donde hay problemas con el ferrocarril, los puertos, aeropuertos. Son temas que debieron haberse encarado con mayor énfasis. El gran tema de la agenda durante los últimos años fue lograr una mayor movilidad social, atacar la pobreza más vulnerable. En estos temas se han obtenido resultados muy exitosos, pero en un modelo basado en un mayor consumo, con asistencia y crédito accesible, pero no con la inversión necesaria. No fue la visión correcta para un desarrollo sostenido a largo plazo.

FICHA TÉCNICA

Carlos Langoni se graduó como economista en la Universidad de Río de Janeiro y se doctoró en economía en la Universidad de Chicago. Presidió el Banco Central de Brasil entre 1980 y 1983. Fue Presidente de la Fundación Getulio Vargas y en la actualidad dirige el Centro de Economía Mundial de esa Fundación. Además, es Presidente de Projeta Consultoría Económica. Consultor de empresas (Vale, Marfrig, entre otras); es autor de una docena de libros sobre diversos temas económicos.